Diecinueve jugadores, de los veintitrés que llevará al Mundial de Brasil 2014, tiene ya confirmados en su agenda Alejandro Sabella, el seleccionador argentino. Lo que no tiene claro aún es cómo solucionar los permanentes desajustes que se suceden en el equipo cuando debe dar el paso atrás para defender. Siempre mal parado. Inconsistente. Tan descansado en su enorme potencial ofensivo, tan confiado en que “los de arriba lo resuelven todo”, que padece horrores cuando lo agarran a contrapierna.
Federico Fernández y Hugo Campagnaro (izqda.) intentan controlar al delantero uruguayo Luis Suárez (der).
Esta Argentina machaca a la menor oportunidad, pero cuando recula parece un equipo de patio de colegio. Tan entusiasta como anárquica. Tan abrigada de la cintura para arriba, que le falta sábana para cubrirse los pies.
Se extraña la ausencia de precauciones en un equipo made in Estudiantes de La Plata, Carlos Salvador Bilardo, Alejandro Sabella y Julián Camino. La lectura no se ciñe a lo que ocurrió en el último encuentro de la eliminatoria frente a Uruguay (derrota 3-2 en Montevideo), sino al proceso en general. Apenas se cuentan dos derrotas (Venezuela y Uruguay), pero tanto en la fase de clasificación como en algún que otro amistoso, las grietas han sido flagrantes.
Encuentros que la Argentina de Sabella hizo suyos porque tiene un depósito de kryptonita allá delante con Messi, y porque disfruta de una pléyade de superhéroes. Hablamos de Kun Agüero, Di María, Pipa Higuaín, La Fiera Maxi Rodríguez… El asunto es que esta versión albiceleste, borracha de poder en un punto, se acerca, corre el peligro, de ‘maradonizar‘ su propuesta. Tiene talento para dar y regalar, pero le falta orden. Y le gusta demasiado jugar “a ver quién hace más goles”. Ese laissez faire se paga caro en la élite. Más aún, en un Mundial. (Ver derrota vs Alemania 4-0 en Sudáfrica 2010).
A favor, Argentina tiene una delantera que envidian el noventa por ciento de las selecciones en todo el mundo. Quizá más. Una jerarquía individual y un nivel extraordinarios. En contra, a Argentina le falta intensidad e implicación en la marca desde sus propios delanteros. Y automatismos que generen superioridad numérica en cada sector del campo, tanto cuando tiene el balón como cuando no lo tiene. Se añora una cobertura uniforme. Ayudas. Sincronización. La sensación de seguridad que da cualquier equipo con aspiraciones de salir campeón.
En términos de cartas, no vale tener el ancho de espadas y el rey de oros, si descubrimos la mano.
Luego, el seleccionador tiene que aprovechar hasta el mínimo minuto, también, para trabajar tácticamente la defensa en el juego aéreo. Los pelotazos cruzados al área. Distribuir responsabilidades como si se tratara de que los jugadores rindieran de memoria un examen de historia. Saber de pé a pá todo. Quién sale. Quién da la orden de tomar marcas. Como se reparten las obligaciones en el área. Es inadmisible que no se detecte trabajo en ese sentido. ¿Le vas a enseñar técnica a los jugadores? ¿Los vas a mimar como si fueran niños? No. El laburo debe estar enfocado en ensayar el trabajo táctico de forma metódica y repetitiva.
Tenga en cuenta, amigo lector, que el juego del FC Barcelona que tanto le hace disfrutar es fruto de una insistencia atroz y de la repetición del formato. Día tras día. Juego de posición- Po-si-ción. No se pide que Argentina juegue como el Barça. Se exige que, teniendo jugadores de excelsa cualidad técnica -como los del Barça-, muestre la misma concentración y rigor que aquellos para defender y recuperar la pelota lo antes posible después de perderla.
Más. Desguarnecerse y perder siempre en los contraataques tiene un daño colateral añadido. Que los delanteros rivales le lleguen con mucha franqueza, y libres, a los centrales. Los zagueros argentinos, generalmente pesados y con notables problemas para cerrar a los costados. Lo vemos partido a partido. Tienen dificultades para cubrir los espacios que quedan libres con la subida de los laterales, y quedan retratados. Como le pasó a Federico Fernández -por poner un ejemplo- en el partido contra Perú en el estadio Monumental, cuando se dejó robar la billetera por el joven Cristian Benavente.
Sabella tiene 19, pero son los 19 que tenemos todos. Lo importante es que fortalezca el escudo y acierte en esos 4, quizá 6 -si surge algún imprevisto-, que son los que deberán dotar a esta selección argentina de lo que le falta. Madurez, entidad y consistencia.
